"Como equipo la riqueza más grande no es el dinero que nos acompaña,
sino cuanto amor tenemos en el corazón por nosotros y en especial por ayudar al prójimo".

27 de junio de 2012

Dar para Recibir


Había un árabe llamado Beremis Samir, que podía hacer cualquier cosa con los números. Un día iba de viaje y halló, a mitad del camino, a tres hombre que discutían acaloradamente frente a un lote de camellos. Beremis se detuvo y les preguntó el motivo de la controversia, y uno de ellos le respondió:







  • Somos hermanos y recibimos estos 35 camellos como herencia de nuestro padre que acaba de fallecer. Yo, porque soy el mayor, debo quedarme, conforme a la voluntad del finado, con la mitad de los animales. Este, que es el segundo, debe recibir la tercera parte. Y aquel, el menor, la novena parte. 
Entonces otro de los hermanos dijo:

  • ¡Pero es imposible hallar la mitad exacta, y más aún la tercera y la novena partes de 35!

Beremis Samir pensó un instante y luego, desmontando de su propio camello , lo agregó al lote de los que habían heredado los hermanos. Ellos se quedaron sorprendidos por la generosa actitud del viajero, pero aguardaron en silencio a que se explicara. Y así lo hizo, en efecto:

  • Agregando a mi camello a los de ustedes, hay 36. De modo que toma la mitad que te corresponde, y separó los 18 camellos para el mayor de los hermanos.
Volviéndose al segundo, prosiguió:

  • Te corresponde la tercera parte. Habiendo 35 camellos, no era posible que la recibieras, pues la tercera parte de 35 es 11 y pico, y los camellos no tiene pico. Pero ahora, con el camello que agregué, son 36. Ten: ahí van tus 12 camellos, la tercera parte de 36.
Quedaba el hermano menor.
  • A ti, según el testamento de su padre, te corresponde la novena parte del lote. La novena parte de 36 es 4: toma sus 4 camellos.
Entonces, Beremis Samir hizo cuentas:
  • Tú has recibido 18 camellos, tú 12 y tú 4, más de los que les correspondía, por ser la herencia de 35 camellos. Ahora sumemos: 18 más 12, 30. Más 4, 34. Quiere decir que de los 36 camellos, sobran 2. Uno es el que yo puse. Y el otro, es el que me corresponde  por haberlos ayudado a obtener lo que les correspondía, y dejando a todos los hermanos contentos, se fue con los 2 camellos.
La moraleja que se descubre en este cuento es que todo cuanto damos a otros se entrega a título provisional, porque siempre la vida nos lo devuelve con creces. Si los egoístas supieran las ventajas que reporta la generosidad, serían generosos por puro egoísmo. 

Fuente: La culpa es de la vaca

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